Varsovia, 1941
Por la mañana me despierto, extendiendo mi cuerpo en busca de un poco de calor, pero no lo encuentro me levanto de la cama con tranquilidad y calma. Hago mi rutina diaria sin siquiera saber qué día es. Después de bañarme me detengo un momento sin poder controlarlo, sin tener una razón, solamente lo hago y después ya no me puedo mover, un escalofrió recorre mi cuerpo, cada centímetro de él, erizándome la piel a su paso. Yo ni siquiera me puedo mantener de pie, un momento de distracción y ya estoy en el suelo tratando de evitar lo inevitable; extrañarlo.
Extrañar sus caricias, sus consejos, su voz y sobre todo su presencia, e